¿Cómo le hizo Iga Swiatek para acabar su maldición en Wimbledon?

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Preparación, servicio y paciencia: Las claves que llevaron a Swiatek a dominar en el césped de Londres

La polaca dio un giro de 180° de cara a la gira de pasto | Reuters

Iga Swiatek levantó su sexto título de Grand Slam con una victoria histórica en la final de Wimbledon sobre Amanda Anisimova. Con un doble 6-0, la polaca extendió su racha invicta en finales de Major y conquistó un escenario en donde no pintaba como favorita.

Hasta antes de esta edición, la número cuatro del mundo había disputado cinco veces el torneo londinense, con un solo registro más allá de la primera semana. Su mejor resultado habían sido los cuartos de final en 2023. En sus otras participaciones cayó en la primera, tercera o cuarta ronda, lo que consolidó su imagen como una jugadora dominante en arcilla y dura, pero limitada en pasto.

Y no solo se trataba del certamen británico. De las 26 finales que jugó entre 2019 y 2024, ninguna fue sobre césped. Su dominio era evidente en arcilla, donde ganó 10 de sus 28 títulos, y en cemento, donde sumó 12. Pero nunca había logrado establecer un patrón ganador en canchas de hierba.

Este año, no solo ganó el torneo: lo hizo con control y dominio. Desde 1988 no se veía una final con doble 6-0 en Grand Slam, y nunca había ocurrido en el All England Club durante la Era Abierta. En sus dos últimos partidos, la polaca perdió sólo dos games.

Un año sin títulos y con problemas externos

La hazaña en Londres tiene más peso al considerar cómo fue su temporada. Entre 2022 y 2024, Swiatek se consolidó como una referencia del circuito, especialmente en arcilla: logró un tricampeonato en Roland Garros, dos títulos en Roma y uno en Madrid. Además ganó dos veces en Indian Wells, dos en Doha y una en Miami.

Pero después del verano de 2024, su rendimiento bajó. La derrota en semifinales de los Juegos Olímpicos de Paris tuvo un impacto emocional fuerte. Meses después, en noviembre, se conoció que había dado positivo por trimetazidina, una sustancia prohibida. La ITIA le impuso una suspensión de un mes tras determinar que la sustancia ingresó por contaminación.

Para 2025, llegó a la gira de pasto sin títulos desde mayo del año anterior. No logró defender sus campeonatos en los WTA 1000, ni su tricampeonato en Roland Garros, donde cayó ante Aryna Sabalenka en semifinales. Su ranking descendió al octavo puesto, su peor posición desde 2022. Las dudas eran amplias y la presión se acumulaba.

Cambio mental: una forma distinta de competir

La polaca entró a la temporada con presión por defender posiciones, títulos y puntos. En los meses previos a Londres, esa carga se notó en su lenguaje corporal y en los resultados. Sin embargo, la gira de césped mostró un cambio en su actitud. La primera señal fue en Bad Homburg.

En el WTA 500 alemán, jugó sin la carga emocional de los últimos meses. Se percibió un enfoque distinto: misma intensidad en los intercambios, pero sin rigidez mental. La tensión que la había limitado en rondas finales se redujo. Mantuvo el ritmo, pero cambió la manera de gestionar los momentos clave. Alcanzar la final en Bad Homburg, su primera en más de un año, le permitió recuperar sensaciones de competencia profunda y llegar al tercer Grand Slam del año con continuidad, a pesar de no levantar el título.

Tiempo y adaptación a la superficie

Otro de los factores que explican el rendimiento en esta edición fue la modificación de su calendario. En años anteriores, la cercanía entre Roland Garros y el torneo inglés le impedía una adaptación completa al pasto. Esta vez, no descansó tras París: entrenó una semana en Mallorca y luego jugó Bad Homburg.

La preparación le permitió trabajar en aspectos concretos: movilidad lateral, lectura de bote, control del tiempo en swings cortos. La superficie exige una respuesta más rápida, con menos margen para preparar tiros. Mejoró en ese ajuste. También fortaleció su lectura de ángulos cortos y la cobertura de la red.

La hierba obliga a jugar más bajo, sin tiempo para cargar el cuerpo en cada golpe. Con una preparación específica, Swiatek mejoró sus movimientos hacia adelante y hacia los costados, lo que le permitió tomar la iniciativa sin exponerse. 

Esta falta de preparación y adaptación se notó en otras de las jugadoras favoritas. En la primera ronda, se presentó un escenario sin antecedentes en la Era Abierta: Ocho jugadores del Top 10, contando ambas ramas, quedaron eliminados en su debut.

Cambios técnicos en el servicio y la devolución

El servicio fue otro elemento fundamental en el triunfo de la de Varsovia. A finales de 2024, la jugadora cambió de entrenador. Salió Tomasz Wiktorowski y llegó Wim Fissette. El impacto de esta decisión no fue inmediato, pero se manifestó en La Catedral del Tenis.

De cara al partido decisivo, ganó el 78% de los puntos con su primer servicio, una de las cifras más altas del cuadro femenino. Ese registro contrastó con lo mostrado en la semifinal ante Sabalenka en Roland Garros, donde su efectividad fue de apenas 57%.

En el encuentro por el título volvió a superar el 70%, lo que le permitió sostener sus turnos sin verse exigida. Evitó juegos largos al saque y redujo los errores. El impacto se reflejó en la combinación de potencia, colocación y variedad, factores que marcan diferencia sobre césped.

En la devolución, también hubo ajustes. Desde la recepción del primer golpe, logró arrebatarle la iniciativa a sus rivales. Las devoluciones fueron profundas, obligando a retroceder o jugar con incomodidad. El patrón se repitió incluso ante jugadoras con buen saque, particularmente Anisimova, que fue neutralizada sin su mejor arma.

Ritmo, dirección y paciencia

Otro cambio táctico fue la gestión de los rallies. Al inicio del torneo, la número cuatro del mundo buscaba cerrar puntos en pocos tiros. Conforme avanzó la competencia, cambió de estrategia. Eligió construir. Jugó más peloteos y fue más selectiva al atacar. Aceptó los intercambios largos y fue eficaz al cambiar de dirección.

Ese patrón se mantuvo hasta el cierre. No forzó golpes ni buscó ángulos extremos. Esperó el momento para definir, o simplemente jugó a forzar el error. En una superficie donde el margen es más corto, su ejecución fue constante.

Al final, sus manos rápidas marcaron la diferencia. Sobre una superficie veloz, redirigió pelotas con cambios sutiles que rompían el ritmo de sus rivales. Esa variación le permitió sostener el control en la mayoría de los puntos jugados, y controlar la dirección de la pelota ante jugadoras más potentes.

Condiciones externas: pasto más lento y el calor

Las condiciones también influyeron. El césped del All England Club suele presentar botes bajos y resbaladizos. Este año, las temperaturas sobre 30 grados provocaron un cambio en el comportamiento de las canchas. La superficie estuvo menos húmeda, más seca y más firme.

Esa combinación redujo la velocidad y aumentó el control. Swiatek pudo contactar la pelota en una altura más favorable, lo que le permitió aplicar su golpe de derecha con más efecto y menos fallas. El spin que en arcilla le da ventaja, en años previos perdía impacto en este escenario. Esta vez, el bote más alto le dio mayor margen para ejecutar.

Además, los puntos fueron más largos que en ediciones anteriores. La pelota se detenía más sobre el pasto, lo que hizo que las jugadoras tuvieran que sostener intercambios. Esa situación favoreció la regularidad de la campeona.

Proceso que rinde resultados

El título representa más que un logro estadístico. Cortó una racha de más de un año sin finales, recuperó terreno en el ranking, sumó su sexto trofeo de Grand Slam y completó el ciclo de ganar en las tres superficies. La única jugadora activa y apenas la octava de la historia en lograrlo.

El resultado no fue producto de un solo factor, sino de una combinación: cambio mental, preparación específica, ajustes técnicos, adaptación táctica y condiciones externas que jugaron a su favor. La hierba ya no fue una barrera y se convirtió en el escenario perfecto para otra hazaña histórica.

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