Deportistas que terminaron en prisión: los casos más recordados tras la vinculación a proceso de Omar “N”

De las canchas a los tribunales, varios atletas de renombre enfrentaron graves acusaciones que los llevaron a perder su libertad

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La vinculación a proceso del exfutbolista mexicano Omar ‘N’ por abuso sexual infantil agravado ha reavivado el debate sobre las figuras del deporte que, a pesar de su fama y trayectoria, han enfrentado problemas legales que los han llevado a prisión a consecuencia de sus actos. Este caso pone nuevamente en primer plano cómo, en ocasiones, la vida fuera del campo de juego puede desbaratar una carrera exitosa.

El exdelantero de Chivas y la selección mexicana permanecerá en prisión preventiva durante seis meses, luego de que el Juez Décimo Noveno de Control de Jalisco determinara que existen elementos suficientes para continuar el proceso en su contra. La decisión fue tomada tras más de ocho horas de audiencia en Puente Grande, Jalisco, donde la parte acusadora presentó pruebas con base en los artículos 142L y 142Ñ del Código Penal del estado.

El caso de Bravo no es aislado. A lo largo de los años, el deporte mundial ha visto caer a grandes estrellas que cruzaron la línea de la ley. Algunos purgaron largas condenas, otros lograron su libertad bajo distintas circunstancias, pero todos vieron su carrera truncada por escándalos fuera del terreno de juego.

Entre los más recordados está Ronaldinho, quien en 2020 fue detenido en Paraguay junto a su hermano por ingresar con documentos falsos. Pasó un mes en prisión y varios más bajo arresto domiciliario. Otro brasileño, Dani Alves, fue condenado en España en 2024 a cuatro años y medio de prisión por agresión sexual, aunque ya fue puesto en libertad.

Casos más graves como el del también brasileño Robinho, quien recibió una condena de nueve años de prisión por violación grupal en Italia, o el del exboxeador argentino Carlos Monzón, encarcelado en 1988 por el asesinato de su pareja, marcaron profundamente al mundo del deporte.

En Estados Unidos, las historias son igual de impactantes. El exjugador de la NFL Aaron Hernández fue condenado por homicidio en 2015 y se suicidó en prisión dos años después. Otro caso que conmovió al país fue el de O.J. Simpson, absuelto por el asesinato de su exesposa, pero posteriormente encarcelado por robo a mano armada.

El pugilismo también tiene capítulos oscuros: Mike Tyson fue sentenciado a seis años por violación en 1992; Edwin Valero, campeón venezolano, asesinó a su esposa y se quitó la vida en prisión; mientras que Jonathan Fabbro, exjugador argentino-paraguayo, cumple una condena por abuso sexual infantil.

Otros nombres recientes incluyen al exportero mexicano Gato Ortiz, condenado por secuestro; Oscar Pistorius, el atleta paralímpico sudafricano que asesinó a su novia Reeva Steenkamp; y la basquetbolista estadounidense Brittney Griner, detenida en Rusia por posesión de cartuchos con aceite de cannabis, aunque liberada en un intercambio diplomático.

A la lista se suman Caín Velásquez, acusado de intento de homicidio; Joao Maleck, quien purgó condena por homicidio culposo tras un accidente vial; y Quincy Promes, sentenciado a prisión por tráfico de drogas. Incluso casos como René Higuita, detenido por secuestro, o Alberto del Río, luchador procesado por agresión sexual, demuestran que la línea entre la gloria y la caída puede ser delgada.

La historia de Omar Bravo, aún en desarrollo, se suma a una larga lista que recuerda que la fama deportiva no exime de las consecuencias legales. En todos los casos, la justicia y el escrutinio público terminaron por marcar el cierre (o el declive) de carreras que alguna vez inspiraron multitudes.

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