De hermanos a rivales: la historia del Derby della Madonina
El partido que divide a una de las ciudades más importantes de toda Europa, una batalla por el prestigio y el orgullo de Milán

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A lo largo de más de un siglo, Milán ha visto cómo dos clubes que nacieron bajo el mismo techo y que aún hoy comparten el imponente San Siro se transformaron en polos opuestos de identidad, estilo y orgullo. Ese choque eterno recibe el nombre de Derby della Madonina en honor a la estatua de la Virgen (La Madonnina) que corona la catedral del Duomo y vigila desde lo alto cada disputa por la supremacía local. Desde aquella ruptura ideológica que dio vida al Inter en 1908, el duelo dejó de ser un simple partido para convertirse en un ritual que divide familias, barrios y generaciones enteras dentro de una de las ciudades más influyentes de Europa.
“Seremos un equipo de diablos. Nuestros colores serán el rojo como el fuego y el negro como el miedo que le infundiremos a nuestros rivales”, fueron las palabras con las que, en 1899, Herbert Kiplin fundó uno de los equipos más emblemáticos de la historia del fútbol mundial: El Milan Foot-Ball and Cricket Club (hoy AC Milan), que en sus inicios no solo importó ambos deportes desde Inglaterra, sino que impuso una tiranía competitiva inmediata.
Gestionado por David Allison, aquel plantel cumplió rápido la profecía de sus colores: se convirtió en la élite del país, rompiendo la hegemonía del Genoa para alzar el Campionato Nazionale (equivalente a la Serie A de hoy) en tres ocasiones durante la primera década del siglo XX (1901, 1906 y 1907). Eran, indiscutiblemente, la sociedad deportiva de referencia en Italia antes de que la grieta ideológica sobre los fichajes extranjeros cambiara para siempre el destino de la ciudad.
La separación y el nacimiento del Inter
Sin embargo, el éxito deportivo no pudo contener las diferencias ideológicas. En 1908, el nacionalismo, típico de la época se infiltró en los estatutos del club: la directiva decidió cerrar el paso a los jugadores no italianos, restringiendo el acceso al equipo a todos los jugadores extranjeros. La respuesta fue una fractura inmediata e irreversible.
Un grupo de 44 disidentes, convencidos de que el fútbol no debía tener fronteras, rompió filas para fundar el Foot-Ball Club Internazionale Milano el 9 de marzo de aquel año. Su nombre era toda una declaración de principios: aceptaban tanto a italianos como a extranjeros. Y para sellar su antagonismo, eligieron el azul para su uniforme, considerado el color opuesto al rojo de sus antiguos compañeros, dando inicio a una rivalidad cromática y social que dividiría a la ciudad para siempre.
Desde su fundación en 1908, el Inter se convirtió en el acérrimo rival de los ‘rossoneri’, y pese a perder el primer derby de la historia (curiosamente disputado en Suiza, pues la mayoría de los jugadores interistas eran del país helvético), la hegemonía milanista estaba a punto de terminar. La separación cobró factura de inmediato: mientras el AC Milan entraba en un largo letargo sin títulos tras su gloria inicial, los ‘nerazzurri’ demostraron que la ruptura no fue un capricho, sino una revolución competitiva. Apenas dos años después, en 1910, el Inter alzó su primer scudetto, repitiendo la cima en 1920 y dejando claro que la jerarquía de Milán había cambiado de dueño.
Una ciudad dividida en la cancha…y en las calles
Mucho antes de que el fútbol se convirtiera en el negocio global que hoy conocemos, la rivalidad entre Milan e Inter ya implicaba una carga social digna de un estudio sociocultural. En una Italia en plena reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial, la ciudad de Milán vivía una división social que paso de las calles al césped de juego.
Pese a compartir estadio, los días de derby se convirtieron desde el inicio en una pasarela de distanciamiento social. Por un lado estaban los ‘Bauscia’ (fanfarrones en dialecto milanés), los hinchas del Inter, asociados a la burguesía, la clase alta que llegaba al estadio en moto o coche propio. Por el otro, los “Casciavìt” (destornilladores), la fiel masa del Milan, la clase obrera que llenaba las gradas tras llegar en tranvía y comer el bocadillo envuelto en papel periódico.
Pero esa tensión de clases explotó deportivamente en los años 60, convirtiendo a Milán en la capital del fútbol mundial. Fue la década donde la rivalidad dejó de ser local para dominar Europa con dos filosofías opuestas:
En Meazza, el Inter de Helenio Herrera: El “Grande Inter”. Pragmáticos, tácticamente perfectos y reyes del Catenaccio. Ganaron dos Copas de Europa consecutivas (1964 y 1965). Mientras que en San Siro, Milan de Nereo Rocco: La respuesta estética. Liderados por el “Golden Boy” Gianni Rivera, fueron los primeros italianos en conquistar la Copa de Europa (1963) y repitieron en 1969.
La rivalidad era tan feroz que polarizó incluso a la selección italiana. El país entero debatía sobre Sandro Mazzola (Inter) y Gianni Rivera (Milan). No podían jugar juntos; eran agua y aceite. Esta rivalidad llegó a su punto crítico en el Mundial de 1970, donde el técnico de la azzurra Ferruccio Valcareggi sacrificaba el talento de uno por el del otro, simbolizando que en Italia, antes que italiano, se era interista o milanista.
Tulipanes vs Tanques: la guerra de los tríos
Uno de los momentos más álgidos y emocionantes de la rivalidad fue el que se vivió durante las últimas dos décadas del siglo XX, una época donde Milán dejó de ser solo ‘La Capital de la Moda’ para convertirse en el centro de gravedad del fútbol mundial. Fue la era de los ‘tulipanes’ contra los ‘tanques’, una batalla geopolítica librada en el césped de San Siro. Por un lado, el AC Milan de Arrigo Sacchi revolucionó el deporte con la presión en zona y la elegancia del trío neerlandés formado por Marco van Basten, Ruud Gullit y Frank Rijkaard, quienes guiaron al club a un histórico bicampeonato europeo en 1989 y 1990, e incluso completaron el podio del Balón de Oro de 1988.
Hubo una época en donde la Lega Serie A permitía un máximo de tres extranjeros por equipo: el Milan fichó a Frank Rijkaard, Ruud Gullit y Marco Van Basten. Aquel equipo pasó a llamarse ‘El Milan de los holandeses’. Clase, magia y mucha calidad de la que gozaba el Rossonero. pic.twitter.com/F1UtMNjQaN
— Universo A.C. Milan by Julito (@UniversoACMilan) August 25, 2023
La respuesta del Inter no fue menos contundente. Para frenar a sus vecinos, los ‘nerazzurri’ apostaron por el acero alemán de Lothar Matthaus, Andreas Brehme y Jurgen Klinsmann. Bajo el mando de Giovanni Trapattoni, lograron el famoso ‘Scudetto dei Record’ en 1989, sumando 58 puntos en una liga que aún otorgaba dos puntos por victoria, una marca inalcanzable para el formato de entonces. La tensión era tal que incluso el Mundial de 1990 se vio absorbido por el derby: el duelo de octavos de final entre Alemania y Holanda se jugó en San Siro y se sintió como un partido local, con victoria para los alemanes del Inter y la infame expulsión del milanista Rijkaard.
Los alemanes 🇩🇪 del Inter a finales de los 80s y principios de los 90s:
— Pase de Gooooool⚽🥅 (@PaseDeGooooool) September 7, 2022
Andreas Brehme, Lothar Matthaus y Jurgen Klinsmann pic.twitter.com/jEK6Askbgb
Con la llegada de los años 90, la ciudad vivió dos realidades paralelas. El Milan, ahora bajo la tutela de Fabio Capello, perfeccionó su maquinaria para convertirse en ‘Los Invencibles’, encadenando 58 partidos de liga sin perder y destrozando al ‘Dream Team‘ del Barcelona de Johan Cruyff, 4-0 en la final de la Champions de 1994.
Mientras tanto, el Inter vivió una paradoja dolorosa: aunque la Serie A se les resistía, encontraron refugio en la Copa de la UEFA, conquistándola tres veces en la década. Ni siquiera la llegada del ‘O´Fenómeno’ Ronaldo en 1997 pudo romper inmediatamente la sequía liguera interista, cerrando el siglo con una clara hegemonía rossonera en los libros de historia, pero con una rivalidad que ya era global.
El Nuevo Milenio: del trauma europeo y el Triplete a la resurrección
El cambio de milenio trajo consigo una metamorfosis radical en la rivalidad, comenzando con una herida que, para muchos aficionados interistas, nunca cicatrizó del todo. La temporada 2002-03 marcó el punto de ebullición europeo cuando ambos equipos se cruzaron en las semifinales de la Champions League. Fue un “Euroderby” de tensión asfixiante que terminó con dos empates, pero que clasificó al Milan gracias a la regla del gol de visitante (1-1), una paradoja cruel considerando que ambos compartían el mismo estadio. Aquel Milan de Carlo Ancelotti no solo eliminó a su vecino, sino que levantó el trofeo ante la Juventus, cimentando una etapa de gloria internacional que repetirían por última vez en 2007.
Sin embargo, el tablero se sacudió violentamente en 2006 con el escándalo del Calciopoli. El castigo a la Juventus y al Milan abrió las puertas a la era dorada del Inter. Los nerazzurri, que llevaban años viendo las celebraciones ajenas, instauraron una dictadura doméstica ganando cinco scudetti consecutivos. Esta hegemonía alcanzó su punto más alto en 2010 bajo el mando de José Mourinho, cuando el Inter se convirtió en el primer (y hasta ahora único) equipo italiano en conquistar el Triplete (Liga, Coppa y Champions), mirando por fin a sus vecinos a los ojos en cuanto a grandeza continental.
Pero tras la miel del éxito, la ciudad entera cayó en una resaca prolongada. La década de 2010 es recordada como los “años oscuros” del fútbol milanés. Mientras la Juventus encadenaba nueve ligas seguidas, Milan e Inter se hundieron en la mediocridad, atrapados entre crisis financieras, cambios de propiedad (de los mecenas locales a conglomerados chinos y fondos estadounidenses) y plantillas que apenas peleaban indignamente por entrar a la Europa League. El Derby della Madonnina perdió brillo global, convirtiéndose en un duelo de nostalgia entre dos gigantes dormidos.
El despertar llegó, por fortuna, al iniciar la década de 2020. Ambos clubes resurgieron de sus cenizas para repartirse el trono de Italia una vez más. El Inter rompió la racha de la Juve en 2021 y el Milan contestó con el título en 2022, devolviendo La Capital de la Moda al centro del mapa. La rivalidad recuperó su voltaje máximo recientemente con dos golpes directos a la mandíbula: primero, el Inter humilló a su rival al ganar su liga número 20 (y la segunda estrella en su escudo) justamente en después del derby en 2024; pero el fútbol, siempre cíclico, le dio la revancha al Milan en la temporada 2024/25. En la final de la Supercopa de Italia disputada en el Kingdom Arena de Riad, los rossoneri se impusieron 3-2 en un duelo vibrante, recordando que en Milán, la historia nunca deja de escribirse.


