Zverev y una maldición vigente: los números que lo condenan a ser el mejor… sin un grand Slam
Pasan y pasan los cuatro grandes torneos más importantes, pero el tenista alemán no aparece como ganador… ¿está sentenciado a no obtener ninguno o aún le queda tiempo?

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Alexander Zverev vive una paradoja única en el tenis moderno. Es uno de los jugadores más exitosos de su generación, con títulos en casi todas las categorías posibles, pero sin haber conquistado el trofeo que define carreras: un Grand Slam. La pregunta es inevitable: ¿puede el alemán ser considerado el mejor jugador de la historia sin ganar uno?
A sus 28 años, Zverev acumula 24 títulos en el circuito ATP, incluidas dos ATP Finals, siete Masters 1000, una medalla de oro olímpica y más de 500 victorias. Actualmente es el número 3 del mundo, aunque sus 5,560 puntos lo colocan más cerca del puesto 1000, que del número 1, Jannik Sinner, que domina con 11,500 unidades. Sin embargo, la consistencia del alemán es incuestionable: ha permanecido más de 369 semanas en el top 10, una cifra que lo iguala con Tomas Berdych, otro miembro ilustre del club de los ‘casi campeones’.
Zverev ha estado a un paso de la gloria en tres ocasiones: finalista del US Open 2020 (donde desperdició una ventaja de dos sets ante Dominic Thiem), Roland Garros 2024 y el Abierto de Australia 2025. Su camino combina talento, resistencia física y una mentalidad que ha aprendido a reconstruir tras lesiones, aunque aún le falta superar la barrera psicológica en los momentos decisivos.
Una carrera marcada por la consistencia
Desde su irrupción en el circuito, Zverev se ha caracterizado por su fiabilidad. Es un jugador que siempre está presente en las últimas rondas, incluso cuando no muestra su mejor nivel. Su récord de 517 victorias y 221 derrotas refleja una regularidad envidiable. En 2025 ya suma más de 50 triunfos, confirmando que su rendimiento es propio de los grandes, aunque sin la recompensa final de un major.
Ningún otro jugador activo fuera del Big Three ha permanecido tanto tiempo entre los mejores. Su revés es uno de los más sólidos del circuito, su saque una de sus armas principales, y su capacidad atlética le permite sostener largos intercambios. Padece diabetes tipo 1, pero su condición nunca ha limitado su rendimiento físico. En cambio, sus desafíos suelen ser mentales: cerrar partidos grandes, mantener la agresividad y dominar la presión.
Una historia de resiliencia
Nacido en Hamburgo y criado entre Alemania, Florida y Mónaco, Zverev creció rodeado de tenis. Sus padres, exjugadores soviéticos, lo entrenaron desde los tres años, y desde niño compartió cancha con leyendas como Federer, Nadal y Djokovic. Su ídolo fue precisamente Federer, a quien venció en la final del Masters 1000 de Montreal 2017, uno de los momentos que marcaron su ascenso definitivo.
La consagración llegó en los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020, donde derrotó a Djokovic en semifinales y ganó el oro ante Khachanov. Fue el primer alemán en lograrlo en la rama masculina, un hito que él mismo calificó como el más importante de su carrera. “Juegas por tu país, no sólo por ti. No hay nada mejor que esto”.
Comparaciones inevitables: Ríos, Berdych, Ferrer y compañía
El debate sobre ‘el mejor sin Grand Slam’ tiene varios nombres, pero ninguno con una carrera tan completa como la de Zverev. Marcelo Ríos fue número uno del mundo en 1998 y ganó cinco Masters 1000, pero no iguala la longevidad ni la cantidad de títulos del alemán. Berdych y Tsonga fueron semifinalistas constantes, aunque nunca ganaron un título olímpico ni dominaron la élite tanto tiempo. David Ferrer, con más de 700 victorias, fue el ejemplo perfecto de consistencia, pero sin el pico de nivel que Zverev alcanza cuando está en su mejor forma.
“No quiero ser el mejor sin un Grand Slam”
Zverev lo sabe. Tras perder la final del Abierto de Australia 2025 ante Jannik Sinner, confesó: “No quiero ser el mejor de la historia que no ganó un Grand Slam. Estoy haciendo todo lo posible para levantar uno de esos trofeos”. Su discurso resume su carrera: un jugador que no se rinde, que sigue compitiendo al máximo nivel y que, más allá de la frustración, se mantiene entre los tres mejores del planeta.
El tiempo dirá si el alemán logra romper su maldición. Por ahora, su legado ya está asegurado como el emblema de una era intermedia: demasiado joven para destronar al Big Three, demasiado consistente para ser ignorado. Y si algún día logra ese Grand Slam, el debate dejará de ser si es el mejor sin título… para convertirse en cuánto tiempo tardó en obtener el que siempre mereció.


